Hoy queremos darle a nuestra página una pátina histórica, porque vamos a ver si somos capaces de esbozar un retrato histórico de la contabilidad nacional, que ha sufrido miles de avatares a lo largo de su periplo por las nieblas del tiempo. Por descontado no están todos los que son, pero sí son todos los que están. Que quede claro…
Lo primero que podríamos decir es que en el Paleolítico la gente no se preocupaba mucho por contar lo que tenía. Es obvio que había activos (hachas, bifaces o piezas de carne) y pasivos (la cueva, las pinturas, un cazadero, etc.), pero no había ningún documento en el que ir apuntando tales cosas… O al menos que nosotros sepamos.
Luego llegaron los neolíticos y la cosa cambió, vaya si lo hizo. De repente la gente se asentó en ciudades y ya no solamente tenían posesiones materiales, sino que tenían derechos en las minas de obsidiana y de cobre, en la posesión del estaño, en los objetos de oro y plata y, sobre todo, en la cantidad de grano y de cabezas de ganado que se tenían. Y fue cuando la contabilidad se hizo verbo.
Pero si hubo una cultura que la llevó al extremo, aunque algo alejada de nuestras costas, fue la sumeria. En efecto, en esas conocidas tablillas de arcilla los sacerdotes iban anotando lo que se ingresaba en el tesoro real, y así nació la escritura cuneiforme, germen de nuestro actual sistema de escritura. A nuestro país le afectó de manera indirecta a través de otras culturas que también usaban un alfabeto parecido, pero sobre todo la cosa se complicó con los romanos, que todo lo tenían contado y requetecontado, no fuera a ser que alguien metiera la zarpa en los almacenes imperiales.
Tras el caos y la oscuridad de la Edad Media (donde todo el que quería, y el que no también, era obligado a labrar los campos del señor), vinieron los Reyes Católicos y el famoso Gran Capitán y sus cuentas (entre palas, picos y azadones… Mil millones). Y ahí empezó la decadencia de las, por entonces, pobladas arcas nacionales.
¿Y hoy en día? Bueno, el futuro está lejos de aquellas imprecisiones y aquellos documentos rudimentarios. Hoy es posible, incluso, tener a mano páginas como Miskuentas, donde se lleva a cabo una contabilidad electrónica totalmente segura, eficiente, puntillosa y real. De esta forma no vamos a tener problema alguno para que, cuando los funcionarios reales vengan a testar el grano que almacenamos, no haya ni una sola semilla de menos…